Me ha llegado está campaña de
Amnistía Internacional que nos recuerda que la pobreza es también una violación de los derechos humanos.
La pobreza no es algo que debamos asumir religiosamente, no es un designio divino frente al que sólo nos queda la resignación.
Hoy, más que nunca, es necesario rechazarla con firmeza y determinación, con la misma firmeza y determinación que, en su momento, hizo posible la abolición de la esclavitud.
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